La subcultura emo, que alcanzó su auge de popularidad a comienzos de la década de los 2000, estuvo acompañada de un subgénero musical caracterizado por trasladar sus principios a las letras de las canciones. Así, hacía énfasis en las emociones, especialmente las negativas (tristeza, soledad, culpabilidad...), en el marco de intensas melodías de rock, y adoptaba la estética asociada a dicho movimiento cultural; esta es: pelo oscuro, flequillo largo (normalmente tapando un ojo, con empleo ocasional de delineador), camisetas oscuras y pantalones pitillo.
De entre los grupos enmarcables dentro del emo, destaca My Chemical Romance como ejemplo paradigmático. Sin embargo, aunque a nivel lírico siempre estuvieron asociados a él, a nivel estético este solo está realmente presente en los productos audiovisuales asociados a su álbum Three cheers for sweet revenge. Desde entonces, evolucionaron hacia vertientes más góticas, en The Black Parade, o pop, en Danger days: the true lives of the Fabulous Killjoys.
Estos cambios se deberían, probablemente, a la voluntad de evolución del grupo, pero también a la controversia asociada al emo, que era relacionado por los medios estadounidenses con los casos de suicidios de adolescentes. Esto les llevó a ellos, así como a otros grupos emblemáticos en la cultura emo, como Panic! at the Disco, a renegar e intentar desmarcarse de esa etiqueta, que tenía connotaciones peyorativas. Sin embargo, en la actualidad, años después de su disolución y pasada la moda del emo, este se ha librado de ese estigma, y My Chemical Romance ha pasado a la historia como su máximo exponente.
La canción I'm Not Okay (I Promise) y su videoclip quizás sean los más representativos exponentes del emo.